Nos estamos quedando sin trabajo – ¡Por fin!

Sobre trabajo y Karoshi
¿Quedarnos sin trabajo? ¿Me estáis tomando el pelo? Estarás pensando que nos hemos vuelto loc@s. En esta sociedad, el trabajo es una de las cosas más importantes que puedes imaginar. Estadísticas de desempleo son publicadas regularmente, causando gran revuelo en caso de que un pequeño descenso haya sido detectado. Cuando el proyecto de creación de una nueva fábrica levanta protestas, por ejemplo por motivos medioambientales, el contraargumento más oído es siempre: „Pero venga…, ¡si va a crear empleo!“
Casi parece que el trabajo fuera, en sí mismo, un valor. Aparentemente son muchas las personas que no trabajan para poder permitirse una vida más o menos soportable, sino que viven para trabajar. Esto llega incluso al extremo de inventar nuevos trabajos para parecer estar ocupado.
En 2009 el gobierno alemán introdujo un sistema de desguace para estimular la economía: Por cambiar el coche “viejo” por uno nuevo, la gente recibió una subvención de 2.500 euros. A parte de incentivar la economía, la principal línea de argumentación fue que esto, a la vez, ayudaría al medioambiente. Sin embargo, destruir un coche pequeño y sustituirlo por un gran utilitario deportivo ciertamente no ha ayudado al planeta. Así que, irónicamente, la medida provocó que un montón de coches casi nuevos acabaran en el vertedero convertidos en chatarra – de modo que la industria automovilística tuviera suficiente trabajo. Menudo despropósito: la idea era básicamente producir más, y como consecuencia tirar coches en perfecto estado. Otro ejemplo: a veces se inventan tareas para que la gente que (porque lo necesita) vive de las ayudas por desempleo “se acostumbren a trabajar”.
Much@s hablan del trabajo como algo que ennoblece o cultiva a quien lo practica. De tod@s nosotr@s se espera que trabajemos más, y durante más tiempo, a pesar de que much@s no llegarán a la jubilación debido a enfermedades relacionadas con el trabajo. Mientras tanto, cada vez más y más jóvenes se encuentran en paro, incapaces de encontrar un trabajo en primer lugar.

La adoración del trabajo no es mi revolución
La idea de que el trabajo ennoblece es una malinterpretación, ampliamente arraigada, también en la izquierda. La degradación del proletariado hasta “esclavos incivilizados” por parte de la burguesía, derivó en la mitificación del trabajo en la Unión Soviética y otros estados „socialistas“, en un modo tan aterrador como en su versión capitalista. El „Héroe Obrero“ – condecoración otorgada a trabajador@s excepcionales en la República Democrática Alemana – no ve su trabajo como medio para alcanzar un fin, sino como fin en sí mismo. Pero la principal razón por la que aspiramos a una sociedad comunista es porque queremos una buena vida para tod@s, y esto significa evitar todo lo superfluo; trabajar sólo lo necesario como alternativa al actual uso productivista de la mano de obra, de manera que haya tiempo para amig@s, arte, fiesta, política y cualquier otra cosa que a un@ le apetezca.
Sin embargo, muchos sindicatos y otras fuerzas de izquierda se unen a la mayor parte de la población en el rechazo a la cultura de la indolencia y el hedonismo. A menudo esta opinión es rematada con comentarios tan anti-intelectuales como „un poco de trabajo duro no hace mal a nadie“, o voces que animan a l@s estudiantes a tirar sus libros y empezar a trabajar „de verdad“. No es que el trabajo duro en la fábrica no pueda resultar una experiencia interesante, pero la concepción actual del empleo está destinada básicamente a culpabilizar a los „vagos“ y a hacerlos sentir mal por no querer hacer un trabajo sin sentido.
Incluso en la izquierda auto-declarada hedonista, que critica el „trabajo“ como tal, podemos encontrar esta idolatría del esfuerzo. Por ejemplo, en la manera en que todo el mundo habla de sus muchos „proyectos“, o de cómo la depresión es aceptada sólo en forma de „agotamiento“, o de cómo la gente alardea de sus estresantes vidas, sólo para dejar ver cuán productiv@s son. Es en estos momentos el carácter totalitario de nuestra sociedad se muestra con toda su fuerza. Relajarse y no hacer nada es aceptable, cuanto más, sólo durante el fin de semana.
Incluso en la izquierda, pensamos a menudo que el reconocimiento social sólo puede ser alcanzado demostrando productividad, de un modo u otro. Asimilar el valor individual de una persona con su capacidad de producción se ha convertido en algo natural, incluso entre l@s más crític@s con la mística del esfuerzo.

„El trabajo es media vida“ (proverbio alemán)
¿De dónde viene la idea de que un@ sólo vale lo que trabaja? En nuestra opinión, tiene que ver con el por qué, y en qué forma existe el empleo en nuestra sociedad. Puede sonar extraño porque, en el fondo, ¿no ha existido el trabajo desde el inicio de la humanidad? Sí, pero el trabajo hoy en día ha adoptado una forma muy característica, por lo menos en los países industrializados: la del trabajo asalariado. ¿Qué consecuencias tiene este simple hecho?
En nuestra sociedad, estamos obligad@s a trabajar con tal de conseguir ingresos. La mayoría ni siquiera puede permitirse renunciar a una parte de sus ingresos con tal de hacer algo que pudiera disfrutar más. De hecho, no es que abunden las ofertas de trabajos que se puedan disfrutar. Y como aun así la gente tiene que trabajar para ganar dinero, los bienes que producen sólo puede estar destinados a generar beneficio.
Así que, por un lado, la producción en nuestra sociedad es muy igualitaria: qué clase de bienes es producido resulta en realidad secundario mientras pueda ser vendido en los mercados. La escala de valor de un producto no tiene nada que ver con si éste va a generar felicidad, o si tú disfrutaste produciéndolo. Lo único que importa es si va a generar dinero. Conceptos abstractos, alejados de ti y de tu empleo. Algun@s califican este tipo de trabajo de „alienado“ por estar desconectado de su uso real o de los deseos de la persona a cargo de su producción.
En el fondo, no importa a qué te dedicas; tus horas de trabajo solo incrementarán la cantidad de unidades producidas de algún producto (sean tornillos, anuncios o horas de clase en una escuela). Y aún hay más, el uso de máquinas por lo general no significa menos trabajo, sino su intensificación. Así que no resulta sorprendente que todo se encarrile a una competición sin fin para, simplemente, generar „más“: más horas de trabajo, más bienes.
No se trata de ti, que ya desde la guardería has sido sólo un engranaje más de la rueda, tu reconocimiento social como individuo depende exclusivamente del trabajo duro. Y es que todo se reduce a: „Yo trabajo. Un montón“. Y no es broma.
Un ejemplo suficientemente ilustrativo: cada vez que me llama mi padre, lo primero que pregunta es: „¿qué, mucho trabajo?“. Una respuesta positiva basta para aliviarlo. En qué estoy realmente trabajando no importa con tal de que no afloje. Siguiendo su lógica, el trabajo es lo que da sentido a la vida; y éste no es tan sólo un concepto anticuado. Incluso l@s más alternativ@s Freelancers de las agencias de publicidad, organizan su tiempo libre en torno al gimnasio o el speed dating, convirtiéndolo así, cada vez más, en un reflejo de sus rutinas de trabajo. Incluso amor y deseo son ahora esfuerzo y productividad.
Y aún podemos encontrar otro motivo más de orgullo en nuestro empleo: la presión para trabajar, acompañada por la obligación de suprimir toda necesidad o deseo propio, se manifiestan en forma de odio hacia l@s que (aparentemente) no trabajan. Esto es expresado claramente en los muchos debates en los que gente es invitada a denunciar públicamente a aquell@s que no ven razón alguna para trabajar. Resulta fácil de imaginar lo que una turba haría con estos elementos
„asociales“ que viven y se aprovechan de la sociedad del bienestar, una vez se hubieran apagado las cámaras si supieran que sus actos no van a tener consecuencias. El incremento del número de indigentes asesinad@s en los últimos años resulta una clara prueba de esto.

¿Se dedicaría alguien a trabajar en una sociedad comunista?
Aquell@s que critican la idolatría al trabajo y el odio resultante hacia el resto de „parásit@s“, se encuentran a menudo confrontad@s con la objeción de que si no fuera por la presión externa, nadie trabajaría. Cuando se pregunta a est@s fervientes seguidor@s de la coerción, si es que acaso sólo trabajan porque deben hacerlo, suelen responder lo contrario, alegando que de verdad sienten satisfacción y realización personal. Una contradicción interesante, aunque en realidad las dos opciones resultan igual de falsas. Por un lado, en esta sociedad irracionalmente organizada, donde las personas producen para un mercado abstracto bajo constante presión y abuso, no resulta sorprendente que mucha gente no tenga ganas de trabajar. Una razón es que nuestro trabajo en sí resulta muy poco transparente. No porque todo ahora sea más complejo, sino porque no se considera una prioridad que la gente entienda para qué sirve su trabajo. Incluso cuando sí lo entiende, no es suficiente para convertir éste en algo liberador.
Y en cuanto a la supuesta autorrealización a través del trabajo, basta con preguntar a es@s trabajador@s explotad@s como a autómatas en Call-Centers, o en Asia a l@s trabajador@s obligad@s a producir zapatos deportivos bajo horribles condiciones (porque una máquina costaría un par de céntimos más que el trabajo manual). Argumentos como que algun@s disfrutan de su trabajo, o incluso que algun@s consiguen vivir de su hobby, se desmoronan cuando son confrontados con la realidad, dónde el trabajo se paga mal o es menos satisfactorio de lo que debiera.
Nuestra alternativa a todo esto es una sociedad en la que la producción tenga como objetivo necesidades humanas reales y no, como en el
capitalismo, estas necesidades sean sólo fuente de lucro. No queremos producir bienes diseñados de tal forma que tengan que ser reemplazados cada pocos meses. Queremos una sociedad donde todos los seres humanos puedan decidir y planificar colectivamente qué bienes son producidos y cómo. Que las personas no sean solamente un engranaje más en la rueda, sino que se conviertan en algo significante a las que se pregunte: ¿cuáles son vuestras necesidades, cuánto queréis trabajar, cómo os sentís en vuestros puestos de trabajo?
Queremos una sociedad donde la eliminación del trabajo como tal sea punto de referencia para la producción. Si observamos la industria publicitaria, o todas esas personas dedicadas tan sólo a mover y barajar dinero a su alrededor, resulta claro, qué cantidad de trabajo superfluo habría en una sociedad basada en la producción de lo necesario. Se podría incluso reducir el volumen de trabajo humano necesitado a través de un uso efectivo de la tecnología, mientras que en el capitalismo las máquinas son usadas sólo cuando no hay manos disponibles para hacer-lo más barato. Finalmente, apostamos por una sociedad donde haya lugar para un sistema de rotación laboral; y no, esto no significa que un piloto tenga que saber hacer una cirugía cardiovascular.
Así que, ¿por qué no empezar a pensar en los modos de cambiar los sistemas de producción actuales, donde la gente se ve obligada a realizar trabajos monótonos, aburridos o peligrosos?

No hay duda de que no podemos permitirnos mantener una manera de producir tan irracional: ¡ha llegado la hora de organizar una manera razonable de hacerse con las cosas necesarias, ya sea de nuestras necesidades más básicas o de bienes de lujo!

Para seguir leyendo:

Compite o Muere
[www.obeco.no.sapo.pt/rkurz_es163.htm]
[www.globalizacion.org/ciudadania/ ManifiestoTrabajoKrisis.htm]

GoogleBooks:
Theodor W. Adorno: Sur l’eau.
Minima Moralia. Reflexiones desde la vida dañada.