“El activismo en México está siempre en situación de urgencia“

Entrevista con una activista de México sobre l@s zapatistas y el intercambio entre México y Berlín

México fue en 2014 el país socio de la Feria Internacional de la Industria Turística en Berlín (ITB Berlín). A través de una oferta turística de calidad, pudo presentarse con éxito en el mercado internacional y recibir así gran atención. Al mismo tiempo, noticias sobre violaciones de los derechos humanos, corrupción o la guerra contra la droga dominan los medios alemanes. ¿Cómo definirías tu la situación actual en México?

La pregunta es buena. Tiene la forma de, por un lado.., pero por el otro… Por un lado México se presenta como un país desarrollado en crecimiento económico, pero por el otro vemos violencia, narcotráfico, etc. Lo que hay que cambiar es el „pero“, por un „porque“. Entonces diríamos: México se puede presentar como exitoso, porque hace uso de la violencia. Para decirlo de forma clara: el capitalismo no puede avanzar en países como México, sin el uso sistemático de la violencia. Incluso el narco juega su papel dentro del escenario económico. El sentido común dice: el narcotráfico es una aberración, es un crimen. Pero no se ve que en verdad éste nos presenta una de las formas más refinadas de una transnacional, que además cumple el sueño de toda empresa: absoluta flexibilidad laboral y completa desregulación, verdaderos heraldos del consenso de Washington. Sin seguro social, sin prestaciones y, en vez de despido, una bala en la cabeza. Son la fantasía neoliberal realizada. Finalmente, hay que completar el cuadro. La racionalidad de término medio y vaga nos dice: cada país hace su destino por sus gobiernos. Pero también afirma: sólo existe el mundo global y lorige el mercado.Siendo consecuentes, hay que leer a México de forma doble, como resultado de su dinámica política interna y como resultado del mercado. Así, cuando México aparece en el supermercado global del turismo, hay que ver necesariamente el vínculo entre sus políticas y cómo ello le permite ser rentable en el mercado internacional.

El levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) exigió el 1 de enero de 1994 en el Estado Federal Mexicano de Chiapas además de la dimisión del Gobierno y de elecciones democráticas libres, autonomía para las comunidades indígenas y una reforma del Estado para justicia social paras l@s habitantes de México. ¿Cómo es la lucha social en México hoy en día, después de 20 años?

Tras 20 años el EZLN es un ejemplo y una pregunta. Es un ejemplo de fidelidad incorruptible a un proyecto social, al grado de la necedad. El EZLN es quizá el único grupo dentro del colorido y contradictorio espectro de la izquierda que no sólo no transige, sino que incluso no negocia con el gobierno. Lo hizo alguna vez y fue traicionado. Pero también es una pregunta, porque en su insistente pureza, se han convertido en los jueces morales que descalifican a la izquierda institucional, partidista. El debate es viejo, es una reedición de: reforma o revolución, desde arriba vs. desde abajo, pero éste resulta muy limitado. Hay contradicciones que son necesarias, y esta es una de ellas: no se puede pedir a un grupo como el EZLN, que se integre a un partido, sería un suicidio. Pero un partido no puede sino luchar en el espacio de las instituciones, por muy corruptas y limitadas que sean. Las instituciones liberales no son falsas en sí. Figuras como el parlamento, el voto libre y secreto, libertad de expresión, etc., son más que instrumentos de clase o de un régimen, son conquistas sociales. No es realista regir un país a partir de usos y costumbres locales, porque su vocación es universal, es un para-todos y por ello debe ser recuperado y transformado, pero sin regresiones. Dicho de otro modo no hay democracia directa sin democracia representativa y viceversa.
El marxismo de manual nos enseñó que la contradicción era el motor de la historia y al mismo tiempo, que toda contradicción debería ser resuelta. Lo que hoy se presenta, es que la contradicción no es sinónimo de injusticia. Hay contradicciones injustas, como aquella entre trabajo y capital, que en verdad más que contradicciones, son fórmulas que explican la imposibilidad del capitalismo a largo plazo. Pero es falso pensar que de ahí pueda y deba surgir un antagonismo perfecto de clases y, finalmente, una sociedad sin contradicciones. La contradicción forma parte del ser en común y sólo afirma que no hay sociabilidad sin conflicto, sin diferencia, sin irreductibilidad a una sola categoría, clase o partido.

Berlín es descrita a menudo como una metrópoli moderna y cosmopolita. Un lugar para artistas y diversidad. Ciudad de México, con algo más de 20 millones de habitantes, es considerada como el mejor ejemplo de megaciudad en el globalizado sur. Según informaciones oficiales, casi la mitad de l@s ha- bitantes de México son pobres. ¿Dónde veis opciones comunes de acción o conexiones, pero también diferencias, en la política (local) emancipatoria dirigida contra la pobreza y la represión?

La ciudad es siempre un lugar privilegiado para la protesta, pero a la vez bastante ciega. El reto consiste siempre en anudar al campo con la ciudad, al primer mundo con el tercero. Berlín, por ejemplo, es una ciudad muy abierta, lugar para artistas y la diversidad, pero a veces de forma muy superficial. La “variedad” de la que hablan ustedes se acepta en la forma de carnavales exotizantes, pero la hora de la verdad viene con el tema de los migrantes. Digamos que se puede ser migrante una vez al año, vestido de indígena, pero que no se le ocurra venir a pedir la nacionalidad. Berlín es puesto a prueba, no en los festivales internacionales de jazz o de cine, ni siquiera en los espacios para hablar de “die schlimme dritte Welt”, sino en la voluntad parar discutir su implicación en la miseria internacional. Quisiera ver en Berlín un festival de documentales sobre la deuda como modo de dominación.
Pero es cierto que, por otro lado la ciudad, por su movilidad y su cualidad de espacio de encuentro, es el escenario para el surgimiento de muchos grupos de relativa exterioridad: migrantes, minorías religiosas, comunidades LBGT. La ciudad obliga a plantear la singularidad de la situación en la que cada uno de estos grupos se encuentra y abre algo así como un horizonte de acción desde esas singularidades. Pero, por otro lado, existe siempre el riesgo de que dichas singularidades cedan a las tentaciones de la identidad, es decir, que se cieguen a la permeabilidad esencial de todo grupo. Y entonces se reproduce la cerrazón estatal a un nuevo nivel. Si bien el carácter negativo de la singularidad se resiste a toda absorción, su carácter positivo le obliga a elaborar un modo de sociabilidad. Dicho más claramente, el ser-en-común exige no fetichizar ni el espacio común, ni lo singular. Es complicado de expresar, pero en verdad es muy simple: la universalidad simple y la singularidad absoluta son dos imposibles. Y todo grupo debe, lo pongo así, como imperativo, serle fiel a su singularidad, al mismo tiempo que a la comunidad posible, es decir, a ese para-todos justo.

Actualmente estás activo en México a través de Berlin e.V. Organizáis entre otras cosas manifestaciones, grupos de lectura de Marx, reuniones, y publicáis textos sobre política mexicano-alemana desde una perspectiva de izquierdas. ¿Cómo era tu activismo político en México y en qué se diferencia de tu compromiso actual?

El activismo en México está siempre en situación de urgencia. El rápido desmoronamiento de las ganancias históricas, la violencia rampante, la crueldad del día a día exige actuar inmediatamente. Pero la inmediación responde a la constelación de lo dado. Con ello quiero decir que no hay literalmente tiempo que perder para ponerse a pensar. Y sin embargo, si no existe ese tiempo, no se produce un nuevo horizonte de lucha, no se renuevan los conceptos, las visiones. La crítica desde la izquierda debe ser implacable consigo misma. Ello no significa andar criticando movi- mientos, sino someter a examen las nociones que los orientan. Estar en Alemania supone así, una impotencia y un privilegio. La impotencia de tener a mucha gente querida, compañeros de lucha, lejos, de ver desde la distancia la mancha voraz de un modo de razonar económico, político y so- cial que carcome la vida en común y destruye las condiciones materiales para la reproducción de la vida humana, junto con la de otras especies. Pero, por otro lado, Alemania es, hacia dentro y en la UE, un lugar pacífico, donde no ruedan las cabezas de los degollados, donde se puede hablar en los medios. Y eso debe ser aprovechado, junto con cada resquicio. El activismo político en Alemania exige pensar a México en su red internacional. Por ejemplo, un tema que nos ocupa es la importación de armas de Alemania a México, de forma legal, como ilegal (una división que muestra, cada vez con más claridad, la solidaridad de lado con el otro). Este tema no existe en la prensa mexicana, porque E.U. satura el espectro de discusión política. Pero aunque E.U. ocupe una posición privilegiada en el horizonte político mexicano, esta sobreatención le impide ver los usos y flujos del poder y el capital a nivel internacional, lo que relativiza mucho las fronteras políticas formales. Es decir, el poder se traza en redes, y no responde ya de forma simple a la lógica de la lucha por la hegemonía del imperialismo o al mundo de los bloques propio de la guerra fría. Estar en Alemania es un privilegio, porque no tener la presión de la violencia, estatal, económica o del crimen (cuyas fronteras son también lábiles), permite investigar, permite tomarse el tiempo para reconfigurar las representaciones del mundo, las relaciones causales, las constelaciones de poder, de capitales, sociales. Estar en Alemania y especialmente en Berlín, donde concurren muchas nacionalidades, es una oportunidad de ensayar comunidades transnacionales, indispensables para hacer frente a un capitalismo también transnacional. Estando en Berlín se hace patente el reto de reconstruir las redes internacionales de producción, circulación, consumo y desecho de mercancías, pero también de los flujos y redes de poder, de dinero, de corrupción, las alianzas globales entre legalidad e ilegalidad o entre democracias y regímenes autoritarios, etc. Todo esto hace ver que la tarea política consiste también en intervenir de manera estratégica en algún punto de las cadenas, los flujos y las redes. El mejor modo que tienen los alemanes, por ejemplo, de apoyar al tercer mundo no es necesariamente yendo a él, sino luchar contra su gobierno en la medida en que forma parte de ese entramado que sostiene la desigualdad más allá de sus fronteras. Es el caso de la responsabilidad de Alemania respecto a la crisis griega. Para mí, estar aquí es el complemento necesario, basado en un privilegio del azar, a todas las luchas donde los mexicanos exponen el cuerpo y la vida, literalmente, todos los días y a los que me debo, en todos los sentidos.

¿Cómo valoras las dificultades actuales pero también el potencial de la organización transnacional?
La dificultades de una organización transnacional son claras: existen las barreras de la distancia,
las barreras legales para cruzar las fronteras, las barreras económicas para poderse desplazar, la multitud de marcos legales, institucionales y las diversidades llamadas culturales. Pero por otro lado, la comunidad transnacional la produce el propio capitalismo transnacional. Una mercancía toma las materias primas en un país, las procesa en otro, las utiliza para para producir mercancías en un tercero, que venderá en un cuarto. Es difícil organizar obreros, trabajadores de servicios y consumidores en diferentes países, mostrar su vinculación esencial. Pero por otro lado, la necesidad capitalista de acercar ha abaratado costos de transporte y de telecomunicaciones. Sin que ellos estén al alcance de todos, sí gozan de una accesibilidad suficientemente amplia, como para ser utilizados. El reto consiste en ubicar esa tecnología y esos medios y utilizarlos estratégicamente. No se puede hacer de otra manera. Pero para que exista siquiera el deseo y la visión para hacerlo requiere que aparezcan esos vínculos, requiere que se muestre de forma concreta y en qué punto el destino de unos se anuda al de otros, a pesar de las condiciones tan diferentes.

¿Qué te parecen las opciones del intercambio de experiencias prácticas en la lucha?
El intercambio es la única posibilidad de establecer redes internacionales. No sólo se trata de intercambiar estrategias de lucha, sino de ensamblarlas de modo transnacional. Y eso exige no sólo juntarse con “iguales”, sino con cualquier grupo que potencialmente pueda influir en las cadenas de producción-circulación-consumo de mercancías y reproducción del capital, lo que significa: influir en los mecanismos que sostienen un vínculo social internacional. Y de alguna manera, el ejercicio de crear los grupos transnacionales es ya un ensayo de cómo sería la toma de decisiones en nuevas estructuras. No hay que ver la lucha de forma dogmática como un estado de excepción. Recordemos cómo durante la revolución cubana, los revolucionarios aprendían, entre batalla y batalla, a leer y escribir. Lo mismo vale ahora: mientras se ejercen las luchas, al interior de los grupos se exige la permanente formación social y política, así como el ensayo de nuevas formas de toma de decisión, y de lidiar con el conflicto, consustancial a todo vivir en común. Cómo resuelva la izquierda sus diferencias será también augurio de cómo pueda gobernar.